Se sabe: en todo orden de la vida, es usual que cantidad y calidad deambulen por caminos distintos. Pero siempre hay excepciones. Y en ese pequeño y floreciente universo de las cervezas artesanales, representado especialmente por los bares cerveceros que abren semana tras semana en cada punto del país, la realidad es otra. Allí, mucho y bueno no sólo no son opuestos, sino que incluso se refuerzan. Calidad entendida en este caso en cervezas constantes, en materias primas seleccionadas, en estilos bien representados. Y cantidad traducida en las múltiples opciones que se ofrecen en cada bar, que van mucho más allá de la ya caduca trilogía de rubia, roja y negra a la que nos habían acostumbrado hace apenas unos años. Hoy, cualquier hamburguesería que se precie de tal tiene al menos cuatro o cinco estilos de cerveza tirada. Y abundan los bares cerveceros con diez, quince, incluso veinte choperas listas, ofreciendo alternativas para todos los gustos y paladares.