sábado, 8 de septiembre de 2012

El Bardo vuelve con una comedia barroca

En un momento donde el teatro independiente sufre por subsidios no entregados, la sala de San Telmo regresa al circuito a dos años de su cierre. Se inaugura este sábado con la obra española "La puta enamorada".


Una prostituta española enseña su cuerpo desnudo mientras Velázquez lo imita en un lienzo para la Corte de la España de la Inquisición. Poco después, se desata una sanguinaria represión sobre los desfachatados que no se rigen por las normativas púdicas de la época. La puta enamorada, de Chema Cardeña, es una apasionante historia de amor y traición que rinde homenaje al teatro del Siglo de Oro español con planteos en torno al honor -uno de los temas centrales para los dramaturgos de la época.

"Al teatro se va a vivir historias lejanas", cuenta que le dijeron alguna vez Nicolás Pérez Costa, actor y director de la obra. Por eso disfruta de poner en escena esta obra española actual que, situada en Madrid en 1639, emula la estética del Barroco, en una España agonizante, represora y reprimida, y víctima del control ideológico.

Si se lee más allá de lo literal, la puta enamorada no es sólo la gran cómica María Calderón, amante de Felipe IX, sino también el famoso pintor de la corte Diego Velázquez, maestro de maestros. Como buen acatador, debe pintar por encargo a la Calderona. Partiendo de un espacio gris, a medida que el amor y la traición toman cuerpo, se da un estallido de color que explota sobre la piel de los personajes. Y he ahí la hipótesis de qué llevó a Velázquez a pintar su famoso cuadro La Venus del espejo.

Así, por este recorrido la obra nos traslada directamente al Madrid de los Austrias, no sólo por los personajes clásicos de la época, sino también por los vestuarios, los elementos escénicos, la presencia del flamenco y el acento de los diálogos. "La obra habla de cosas que están muy vigentes: no habla de prostitución nada más, sino que trata de precios, esclavitud, el costo de las cosas que hacemos y la falacia de la libertad", afirma Pérez Costa. La libertad de una mujer que se enfrenta a una estructura machista, la de un hombre que se la rebusca para sobrevivir, la de un artista que se entrega al poder del Rey. Cuanto más alto llegan, más se venden al poder, y esa libertad se torna cada vez más escurridiza. "Me ha tocado dirigir en el Broadway y también en el Bardo. Cuando tuve un espacio en el circuito comercial, no sé si me sentí una puta, pero por ahí un poco sí", cuenta el director que, aunque proviene de la comedia musical independiente, cuenta con experiencia en ambos carriles del circuito.

Una nueva época

A dos años del cierre del Teatro El Bardo, la sala vuelve al ruedo con esta obra de la mano del productor teatral Rubén Barreira y una cartelera que se promete ecléctica. El teatro se inauguró en el año 2000 en Independencia 2992, cuando el polaco Nutikiewicz decidió convertir su propia casa en teatro. Construyó una habitación en la terraza, las habitaciones devinieron camarines y donde alguna vez hubo un living, instaló unas butacas desde donde el público miraría una seguidilla de obras que se inició con El jugador, versión libre de la novela de Dostoievski. Ya en 2004, El monje, de Lewis, inauguró las tablas de un terreno baldío en San Telmo que devino la sede actual de Cochabamba 743, que estuvo bajo las riendas de Nutikiewicz hasta 2010.

Ahora, El Bardo se incorpora nuevamente al circuito alternativo de salas que ya suman cerca de 200 en Buenos Aires, y dan forma, por sus mismas condiciones arquitectónicas, al teatro actual. "La tendencia actual del teatro es que las salas no tengan más de 80 o 90 lugares. El off es el semillero de teatro que luego circula por los festivales, tanto nacionales como internacionales", asegura Barreira, que devolvió a San Telmo uno más de los 29 espacios que se distribuyen por las calles del barrio porteño pese a los conflictos sucedidos a principios de agosto entre la comunidad teatral independiente y los institutos encargados de otorgar los subsidios correspondientes. "El teatro independiente salvará a la cultura. Está en crisis constante debido a los retrasos en los cobros de los subsidios del Instituto Nacional del Teatro y Proteatro, pero no debemos bajar la retaguardia. En este caso fue más fácil obtener una ayuda del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), de España, que de un ente argentino", cuenta. "Mientras otros teatros cierran, es un orgullo abrir El Bardo", agrega Pérez Costa, que es la primera vez que dirige una obra de texto. Autor, director y coreógrafo, transita por las tablas desde los 15, y actualmente tiene en cartel, además de La puta enamorada, Pájaro negro, Dejar de ser, y vuelve con Sádica el viernes 14.

-¿Qué define a la comedia musical?
-Para mí es una fractura occidental y contemporánea lamentable la división de géneros. De todos modos, creo que con el correr de los años aparece la necesidad de nuclearse y pertenecer, y por eso aparecen los nuevos géneros y subgéneros. El hecho de que tenga música es uno de los requisitos, pero no necesariamente se debe cantar y bailar todo el tiempo. El teatro, en principio, tiene que ver con contar una historia. Eso es lo primero que un actor debe tener en la cabeza, más allá del género.

-¿Pensás que a veces eso no sucede en la comedia musical?
-Cuando en el teatro musical se prioriza llevar a un agudo determinado y nada más o levantar la pierna hasta acá y nada más, en vez de que el cuento se cuente, y nos olvidamos que el teatro es arte y no técnica, me parece que aparece un gran agujero en el hecho teatral. Así como lo digo: un agujero, burdo, groso. Me parece que la función del actor es poder contar un cuento y que en el teatro musical tengo que poder llegar al agudo y levantar la pierna, pero el cuento tiene que estar contado. Y para eso hay que saber de acción dramática, hay que formarse. Está tan asociada nuestra profesión a la suerte, que genera una situación bastante angustiante para un tipo que está en el conservatorio quemándose las pestañas y pretende ser actor y no famoso.

-¿Cómo ves el circuito de comedia musical independiente?
-Para mí está buenísimo lo que sucede con la comedia musical independiente, que es la que más transito. La creación del Colectivo de Teatro Musical (CTM), un grupo de directores que se nuclearon para apoyarse mutuamente y generar el festival nacional de teatro musical, es un gran avance, pese a que no soy parte.

-¿Por qué no sos parte?
-No soy parte porque cuando surgió la idea no estaba pasando un buen momento personal. La mayoría de ellos tenía una empatía anterior y con Nacho Medina decidimos no ser parte porque venimos más de otro palo, del lado de Pepe. Ellos tienen una identidad y yo tengo otra. Nosotros hemos logrado desprendernos un poco de nuestros maestros y tener nuestro sello particular y personal. No creo que tengamos diferencias ideológicas, ni éticas, ni artísticas, sí de núcleos, de pertenencias a grupos. Creo que son excelentes directores. Creo que la comedia musical independiente tiene en este momento una gran diversidad. Y eso es porque somos un montón que producimos y nos nucleamos, pero al mismo tiempo necesitamos separarnos. Cada uno sostiene su postura estética y dramatúrgica. Yo tengo un fuerte arraigo social respecto de las cosas que hago. Me gusta contar. Creo en el lugar del artista como un espacio de resistencia, de comunicación, no sólo de entretenimiento, aunque también creo que es parte. Y ahí creo que está la gran diferencia entre el circuito comercial y el independiente. En el independiente nos damos el lujo –lo cual es una elección de directores y productores- de hablar, decir, contar cosas, abrir los ojos, dar un cimbronazo. Las veces que he hecho teatro sin entender qué estaba diciendo por debajo de eso no la pasé bien.

-¿El teatro, entonces, debería tener una función social?
-Hay una frase de Brecht que dice que la gente que va al teatro y pretende no pensar nada, no debería ir al teatro, debería ir al baño. Me parece muy interesante ese planteo, si bien creo que el teatro también es entretenimiento o es una de sus funciones. El teatro que a mí me gusta hacer es el que comunica, el que dice, el que cuenta, el que termina y te quedas pensando qué habrá querido decir. Si no me siento un poco vacío.

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