martes, 22 de septiembre de 2015

La música renueva el aire


A través de Efraín Cruz, supe de la Orquesta Escuela Juvenil de San Telmo y me entusiasmó 
para que la conociera, contándome el trabajo que realizan los profesores de música con chicos y adolescentes en forma gratuita y abierta a la comunidad.

Y aquí estoy, entrando a este templo que es la Fundación Mercedes Sosa -Humberto I° 378-, dejándome llevar hacia el recuerdo de la más grande cantora, en cada imagen que de ella se exhibe en el predio.

Es aquí donde su hijo, Fabián Matus -como no podía ser de otra manera la sensibilidad de esta astilla de aquel inigualable palo tucumano- le dio el espacio que necesitaba, a la Directora -Lic. En Artes Musicales, Clara Ackermann (27)- y a su grupo orquestal, para que los alumnos tuvieran no solo su lugar físico, sino la contención humana que se siente debajo del techo del lugar.

Clara recuerda: “Todo empezó con un conjunto de alumnos que se formó en la Iglesia San Ignacio de Loyola y al terminar allí el ciclo, buscamos otro lugar. Así, estuvimos dando clases en el Polideportivo Martina Céspedes (Bolívar 1280), debajo de la autopista, donde era casi imposible por el ruido; luego pasamos a El Balcón (Humberto I° 461) pero por las actividades que tenían programadas, no podíamos seguir. Recuerdo que era 
una noche lluviosa y que al otro día teníamos que ensayar con 20 chicos y no sabíamos dónde. Empecé a buscar lugares y encontré la Fundación. Me recibió Agustín Matus, su secretario, le conté lo que nos sucedía y nuestro proyecto con los chicos e inmediatamente nos dio un lugar, pero no es un lugar cualquiera, es ni más ni menos que la Fundación Mercedes Sosa”.

No es extraño que Ackermann, formada en la Escuela Waldorf, (“con una clara orientación humanística que plantea a la educación como un desarrollo hacia la libertad individual, incorporando la expresión artística como un medio de aprendizaje…” según lo enuncia la institución) y luego en la Universidad Maimónides, nos diga que “la música es una excusa, se trata de acompañar el desarrollo de los jóvenes. Ellos piensan que es un juego pero el poder de la emoción les da seguridad y eso luego lo plasman en otras cosas. La idea es que trabajen -a través del instrumento- en sus sensaciones y esto será trasladado, seguramente, sin que se den cuenta a sus comportamientos dentro de la sociedad”.

La directora señala que “Los alumnos surgen de quien se quiera inscribir y las clases son gratuitas. Actualmente hay ochenta niños y jóvenes inscriptos. El alumno elige el instrumento que quiere tocar, entre flauta traversa, clarinete, cello, contrabajo, violín, viola y percusión; luego se le da clases individuales y después se lo va incorporando a la orquesta, haciendo ensayos grupales”. Y agrega: “El estudio es paciencia, perseverancia, constancia y en cuanto al grupo en sí, cada uno de ellos va haciendo un ejercicio de adaptación hacia el conjunto y eso le servirá, sin lugar a dudas, en la vida misma”.

Por otro lado, con relación a los profesores con los que cuenta la Orquesta, Ackermann dice enfáticamente que “la pedagogía no es algo estático, las generaciones son siempre diferentes y hay que adaptarse a las nuevas conductas tanto individuales como sociales y para eso, nosotros -los profesores- tenemos que estar ¨despiertos¨ observando lo que les pasa a nuestros alumnos como individuos y con relación al grupo. Lo que más nos importa es que los profesores entiendan el proyecto y no lo tomen como un simple laburo, porque no lo es”.

En cuanto a cómo se sostiene el proyecto musical comunitario, Clara detalla que “los padres se organizaron y formaron una cooperadora, nos hacen donaciones y estamos gestionando ser una Asociación Civil para poder crecer porque, como no tenemos personería jurídica, a veces no podemos recibirlas directamente. Tenemos subsidios, por ejemplo del Banco Hipotecario, Programa de orquestas y bandas infanto-juveniles del Ministerio de Cultura de la Nación, Ministerio de Seguridad, UBAJAY S.A.; para mantener al grupo de profesores, los instrumentos y algún otro gasto. También nos invitan a presentaciones (Facultad de Derecho, Federación de Asociaciones Gallegas de Argentina, Centro Cultural del Sur, Tecnópolis, Escuela Rawson, Teatro Auditorio CENDAS; entre otros) y, próximamente, lo haremos en San Pedro y Entre Ríos. Tenemos previsto para el año que viene -en febrero o marzo- ir a Villa La Angostura y, aunque nos pagan la estadía, nosotros tenemos que hacernos cargo de los pasajes y demás. Así que estamos viendo cómo recaudar esos fondos, porque todo es con esfuerzo pero al hacerlo solidariamente se siente menos”.

Dejé a Clara, los profesores y sus alumnos y me despedí casi como entré, sin querer molestarlos en su tarea, aunque con la necesidad incontenible de contarles a mis vecinos el “descubrimiento”.

Crucé el patio -a cielo abierto- de la casona, cuya construcción comenzó en 1735, porque del otro lado vi a Fabián Matus trabajando en su oficina y quise saludarlo y agradecerle haberme permitido conocer el predio de la Fundación. Hablamos -informalmente- sobre las actividades, las idas y vueltas de la sede, sus proyectos, los fondos para la restauración de la casona…. y nos prometimos una entrevista, pronto. Se las debo.

Fuente: El sol de San Telmo 

Link: http://www.elsoldesantelmo.com.ar/archivos/9646

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