viernes, 13 de abril de 2012

Tres meses que van para dos años y todo gracias al vino

Sommelier, vino de Venezuela para hacer un curso corto de enología y no se fue más. Vive en San Telmo con su gato Cot, el nombre de la cepa francesa del Malbec.


Era la última semana de invierno cuando llegué a Buenos Aires. Soy venezolana y como sommelier me vine a Argentina con la intención de hacer un curso corto de enología durante tres meses. Había venido en otras oportunidades de vacaciones y siempre me fui con ganas de regresar. 

Los primeros tres meses estuve viviendo en Belgrano, limpio, ordenado y tranquilo. Después gracias a una historia de un encuentro me vine a vivir a San Telmo. Me gusta este barrio por sus calles, las personas que lo habitan le regalan un aire de diversidad, los vecinos de toda la vida que nunca han vivido en otro lugar, y la gran proporción de extranjeros que van de paso o los que se quedan –como yo–. San Telmo es un barrio bohemio, musical e histórico. Cada esquina y calzada contiene una gran cuota de la historia de esta Ciudad y eso me gusta.
Pensar en las historias de la Ciudad desde la cotidianidad es algo que disfruto. Me fascina caminar y Buenos Aires es maravillosa para hacerlo. Camino, observo la arquitectura de casas y edificios, las puertas antiguas, las ventanas, los balcones, las terrazas. Y a las personas. Me gusta que el ciudadano no ha abandonado sus calles, que las personas caminan la noche porteña. La calle Corrientes con sus puestos de flores que parecen nunca cerrar, con los cafés, los bares, el teatro, las librerías, los restaurantes... ¿Qué no me gusta? 

Sin duda aquí hay un problema grave con la basura –por lo menos en mi barrio–, y que las calles estén siempre salpicadas de excrementos de perros. Los dueños de las mascotas deberían ser más conscientes con este tema.
En Buenos Aires siempre hay un plan cultural si te animás a salir de casa y eso es encantador. Ahora trabajo comercializando vinos de pequeños emprendimientos de enólogos reconocidos y eso me obliga a moverme por toda la Ciudad para visitar vinotecas y restaurantes. El sistema de colectivos es verdaderamente útil para quién como yo no posee automóvil. Siempre hay una línea que pasa cerca de donde estés y que te deja cerca de tu destino. Uso diferentes colectivos todos los días.
Aunque mis planes sólo eran quedarme esos tres meses no puedo negar que profundamente sentía ilusión de que se presentara una oportunidad para poder quedarme y afortunadamente fue lo que pasó. Llevo un año y medio en esta Ciudad y es aquí donde viví por vez primera el cambio de las estaciones. Porque en Buenos Aires sentí los aromas de jazmines de las calles en primavera o el perfume de las rosas multicolores del Rosedal. La pasión del verano me tomó con toda su intensidad en el barrio de San Telmo y desde mi ventana vi crecer los árboles de la calle de mi barrio y deshojarse en otoño acompañada de una sentimiento de nostalgia. Y finalmente me tocó de cerca el frío del invierno reflexivo con su tono triste y de despedida.
Me acerco a mi segundo año de vida en este lugar que ha sido inspiración y detonante de cuentos e historias de amor que han ido a parar a mi blog. Recuerdo que un conocido que sigue mis escritos me comentó a los pocos meses de haber llegado aquí : “Se sienten nuevos y Buenos Aires en tu pluma…” Y es que la Ciudad está repleta de instantáneas, de breves historias para compartir: la violinista que ensaya en la estación Bolívar de la línea E de subte, las tardes de sol bajo los pétalos de la flor gigante y plateada, mi primer beso porteño con sabor a ristretto, las libélulas que no paro de ver volando las últimas semanas, los árboles violetas en primavera, el primer asado porteño entre amigos, la noche de las librerías y la de los museos... Y el vino. El vino que es mi pasión desde hace tantos años, compañero fiel y silencioso de mis aventuras. En definitiva gracias a él estoy aquí.
La Ciudad me recibió con mucho cariño, ha sido amable conmigo. No tengo familia aquí pero he sido adoptada por muchos. He ganado un montón de amigos que me han brindado paseos inolvidables, noches de vino y conversaciones entre gente linda, espectaculares atardeceres y hermosas lunas llenas suspendidas sobre los edificios de mi barrio.

Y tengo una mascota felina que se ha convertido en mi amor y compañera inseparable y que lleva el nombre de Cot, la cepa que vino de Francia a convertirse en la bandera del vino argentino, el Malbec.
El regalo más preciado que me dio la Ciudad es la suma de todas estas cosas que narro, porque Buenos Aires se ha convertido en mi hogar, una lugar donde me siento feliz, querida y tranquila. Un hogar que sigo descubriendo día a día.

Fuente: Clarin

Link: http://www.clarin.com/ciudades/capital_federal/meses-van-anos-gracias-vino_0_680932172.html

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