martes, 8 de julio de 2014

San Telmo tiene su Casa Misteriosa


Ya no me acuerdo cómo era el barrio sin la Casa Misteriosa. Es como si hubiera estado siempre ahí, con su estilo moderno, tan diferente al resto de las otras casas de San Telmo. Ahora forma parte de mis rituales cotidianos. No podría pasar por la puerta sin sentir algo cercano a la fascinación. No me sale ignorarla, mirar para otro lado, hacerme el distraído. Cada vez que la veo me quedo mirando las paredes de madera, la cúpula de vidrio, las luces multicolores en las noches, el auto de seguridad privada siempre estacionado enfrente.


En esa cuadra de Estados Unidos al 700, la Casa Misteriosa opera en todos nosotros, los vecinos de San Telmo, como un punto de atracción inevitable. Es un imán pero no solo por su estilo vanguardista, o porque tengamos cierta envidia por una casa tan linda y diferente. Lo que verdaderamente alimenta nuestra fantasía es el misterio.

Nunca hay nadie al que podrías llamar vecino. Alguien que llegue con las bolsas del supermercado, o que salga a pasear al perro. Nunca nadie que venga de correr en la Reserva Ecológica, más cuando Estados Unidos funciona como la arteria que conecta al barrio con Puerto Madero y con la Reserva. Nadie que venga del Mercado de San Telmo. Alguien a quien envidiar. Sí se ven todo el tiempo empleados, gente que se ocupa del mantenimiento, pero nada más. Y así es imposible adivinar si es un hotel boutique, un restaurant, una casa de eventos. Quizás sea todo eso junto.

Supongo que mis primeros acercamientos a la casa datan de la época en que estaba en obra, hace unos tres años. En particular, me acuerdo de cuando agregaron la cúpula de vidrio. Fue una obra impresionante, con un gran operativo con grúas para construir esa especie de altillo en donde hay ubicada una pantalla gigante, casi un microcine.

De tanto mirar la casa advertí algo: las dos casas vecinas, una a cada lado, fueron pintadas en el último tiempo. Es absolutamente obvio que esa pintura la pagó el dueño de la Casa Misteriosa, casi como un acto de cortesía vaya a saber uno porqué.

Casi siempre paso por la vereda de enfrente, pero cuando hay empleados trabajando aprovecho que la puerta queda abierta para espiar algo. Pero lo que veo no hace más que agrandar el misterio. Las paredes interiores son de ladrillo rústico y hay una barra con tambores de acero inoxidable, como si fueran de cerveza artesanal.

Una forma de acercamiento a la casa es sacarle fotos y subirlas a Instagram: la Casa Misteriosa, sus colores y sus formas, parecieran haber sido diseñada para esa red social. Yo lo hago como un ritual, pero también para tratar de llamar la atención del guardia de seguridad que espera en el auto. Quisiera que me pregunte algo, que me prohíba sacarle fotos, por ejemplo. Sería un primer acercamiento posible para ponerle fin al misterio.

Porque la Casa Misteriosa produce en mi una especie de inhibición de mi rol como periodista. O mejor dicho, del periodista actúa la curiosidad, la atención que genera un hecho inédito, pero no pone en acción la parte detectivesca. Porque podría investigar más sobre su origen (incluso me ha llegado algún indicio sobre quiénes son sus dueños, y las pocas veces que vi entrar a alguien confirmaron esos rumores), pero prefiero comportarme como un vecino más, que se va enterando de casualidad lo que se dice sobre la casa. Es el misterio lo que alimenta la curiosidad.

A pesar de eso, hubo un par de ocasiones en las cuales logré superar ese miedo. Di algunas vueltas y toqué el timbre, pero nadie atendió. En un punto resultó un alivio. No sé que le hubiera dicho a aquel que me abriera la puerta, aunque seguro hubiera aprovechado para espiar un poco más y conocer algún detalle del interior.

Lo mejor de la Casa Misteriosa sucede a la noche. Ahí el dueño prende las luces y le da un aspecto mágico, a la casa y a todo el barrio. Por momentos parece esa escena de “Mi Pobre Angelito”, cuando el personaje de Kevin (el niño que interpreta Macaulay Culkin) prende todas las luces de la casa para espantar a los ladrones. En la Casa Misteriosa pasa lo mismo: desde afuera se ve fantástico, pero es raro ver llegar invitados.

Esas luces pueden cambiar de color. Por ejemplo, el día en que Francia clasificó a este Mundial, el frente estuvo iluminado con los colores azul, blanco y rojo, pero también las he visto de celeste y blanco, creo que en una fecha patria. La última noche que pasé por la Casa Misteriosa estaba iluminada de amarillo. Enfrente, como siempre, estaba el auto de custodia y en un momento, el empleado de seguridad prendió las luces de la sirena. Fueron apenas unos segundos y la noche de San Telmo se llenó de colores.


Fuente: Clarin

Link: http://www.clarin.com/ciudades/San-Telmo-Casa-Misteriosa_0_1169883117.html

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