martes, 27 de diciembre de 2011

El coleccionista de duendes

Dice, de acuerdo a la leyenda, que los duendes lo eligieron a él. Su pasión arrancó en un acto de 1° grado y hoy a los 45 años ya tiene más de 3.000 ejemplares en su local de San Telmo.


Yo creo en los duendes”. Esta declaración de principios recibe a curiosos y clientes que entran en “El rincón de los duendes”. Ricardo Nieva, el dueño del negocio y de una colección que ya supera los 3.000 duendes, la repetirá varias veces durante la charla. Su local llama la atención. Parece una cabaña barilochense que aterrizó de la nada en Defensa y Juan de Garay, con un duende enorme que da la bienvenida en la puerta.

“Desde chico me gustaban la magia y la fantasía, pero no lo relacionaba con los duendes. Mi primer antecedente fue cuando, en 1° grado, actué en el acto de fin de año disfrazado de duende”, cuenta Nieva, que tiene 45 años y nació y vive en San Telmo y es fanático del Club Atlético San Telmo. Hasta entrena a sus equipos de handball, cuyos arqueros usan un buzo con... un duende.

“No me acuerdo cuál fue el primero que tuve –duda–. Pero la leyenda dice que los duendes te eligen y a mí me eligieron. Empezaron a llegar solos: los encontraba tirados por la calle, me los regalaban. Cuando tenía veintipico de años, empecé a comprarlos y a coleccionarlos. Un día tenía 30, después 300 y ahora más de 3.000. Soy uno de los mayores coleccionistas de duendes del mundo. Tenía una habitación sólo para ellos. Hoy están por toda la casa”.

También empezó a estudiarlos. “Son seres elementales de la naturaleza, creados por ella para cuidarla –explica–. Los cuatro elementos tienen sus duendes. Los gnomos, por ejemplo, cuidan la tierra y por eso los enanos de jardín son gnomos. Las sirenas son duendes del agua, las salamandras del fuego y las sílfides, del aire”. Pero, aclara, como son espíritus no tienen forma y la que adquieren los muñecos que él vende depende de la imaginación humana. En “El rincón de los duendes” están por todas partes. Algunos ríen, otros saltan, otros observan y otros vuelan, en medio de una escenografía que simula balcones y puentes y hasta una pequeña cascada. También hay un ajedrez en el que las piezas son duendes.

Con o sin forma, para Nieva los duendes existen. “Yo creo en ellos”, insiste. Y muestra a Guly, uno de tamaño considerable y aspecto de viejo sabio que custodia su escritorio, en la trastienda del negocio. “Me lo regaló un artesano de Bariloche y me gustó tanto que quise tenerlo conmigo todo el tiempo. En ese entonces, trabajaba como jefe de cuentas corrientes en una empresa textil y dejaba mi auto en un estacionamiento interno. Como no me animé a subir a Guly a mi oficina, lo dejé en el coche. Dos horas después, me llamaron de seguridad para decirme que tenía dos ruedas pinchadas. Nunca había pasado algo como eso. Para mí que el duende se enojó porque lo dejé encerrado”.

Buscando duendes, Nieva conoció a artesanos de todo el país que los hacían. Y de a poco fue madurando el sueño de abrir un negocio especializado, más como un hobby que como emprendimiento comercial. Era diciembre de 2001 y, en plena crisis, encontró un local en Defensa 1360 que se ofrecía por un alquiler muy bajo. “Lo reservé y, en febrero, me fui de vacaciones. Cuando volví tenía el telegrama de despido. Pensé en armar el local y buscar trabajo, pero nunca más salí de acá adentro. Los duendes no me dejaron”, jura. La sorpresa fue que cuando lo inauguró, en marzo de 2002, explotó de clientes. “En una semana vendí la mercadería que tenía para un mes. Ahora no se vende tanto, pero vivo de esto y me va bien”.

¿Ayuda de los duendes? “Yo creo en los duendes, pero tengo mis límites –aclara Nieva–. Un duende no te va a cambiar la vida. Hay gente que pide uno para llamar al amor, pero no existe. El amor se lo vas a poner vos, si se lo regalás a alguien que querés. Además, los duendes no son buenos ni malos. Son duendes”.

Los límites se desenfocan a la hora de hablar de apariciones. “Dicen que hay que ver para creer, pero yo digo que hay que creer para ver –sostiene–. Nunca vi un duende, pero hablé con gente que sí los vio, como una imagen en una foto revelada o en el fuego. Los que más los ven son los chicos y los animales, porque no están contaminados”.

Las sobrinas de Nieva, Naiara (13), Lola (6) y Catalina (4), tienen su propio duende. “Se llama Matiche y le echan la culpa de todas las macanas que hacen ellas. La de seis terminó primer grado y, como yo, se disfrazó de duende para el acto. Ya veo que los duendes también la eligieron y termina siendo mi continuadora”.

¿Reales o imaginarios? Hay algo seguro: en el rincón de Nieva los duendes sí existen. Al menos para quienes siguen la premisa de otro cartel en la entrada que advierte: “Bienvenidos aquellos que aún se atreven a soñar”.

Fuente: Clarin

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