En la Avenida Caseros, al 400, a pasos de Parque Lezama, asoma un nuevo polo gastronómico . Cerca de clásicos, como el mítico Bar Británico y la Parrilla 1880, cuatro restaurantes se instalaron en poco más de tres años. Con platos que promedian los $ 70, ofrecen sabores y entornos con estilo propio, para locales y turistas.
“La vida es buena; lo bueno es verde”, se lee en el menú de Hierbabuena, un deli naturista. Alina Diaconú, escritora, corta un muffin de arándanos. “Soy muy del café en silencio”, dice. Vecina del barrio, va siempre a comer una tarta invertida de tomates. Le gusta el “ámbito de espiritualidad” del lugar, con dibujos pastel y frases inspiradoras en las paredes. “Me cito con amigos de Barrio Norte acá, porque es más tranquilo ”, dice.
Benedict (42) es noruega y pasa en Capital unos meses por año. Vuelve al lugar por “la comida sana, fresca, de calidad, con presentación”. “No hay otros naturistas así de sofisticados en la zona”, agrega. Ahí puede probar el helado de palta y lima, o los jugos energizantes con maca o spirulina, entre muchos otros.
A metros, el plato que más sale en La Popular es el ojo de bife con papas bastón. “Queremos la mística de una cantina de los años 30, con platos populares como los panqueques, la picada con vermú”, dice Manuel, su encargado. A la mesa llevan pingüinos y sifones. El menú, escrito a mano, cambia todos los días, pero lo fijo son las 19 opciones de tortilla .
María (24) y Ariel (26) son dos viajeras norteamericanas. Llegaron de casualidad, cuando buscaban “algo típico”. Les atrajo “la personalidad” del lugar: el piso damero, las guirnaldas de focos de luz. Hay turistas, dice Manuel, que “vienen a conocer el histórico Edificio de los Ingleses y se quedan”.
Caseros Restaurante es más familiar . Hay centros de mesa con fruta, ajíes y platos de loza inglesa. “La juventud de Plaza Dorrego no llega acá”, comenta un mozo. “Hay gente de la zona o turistas que se enteran por el boca en boca”, agrega. En la comida hay “sabores cotidianos, hogareños y de estación”, dice Santiago, uno de sus dueños. Él es quien cocina. Todo es simple: para postre, por ejemplo, hay flan de coco y arroz con leche.
El pionero de la cuadra fue Martín Jaunarena (37), uno de los dueños de Club Social. Buscaba una zona “ menos saturada que San Telmo ”. Con espejos biselados y una barra para tragos, el lugar tiene toques de “los bistró de París o de New York”. Los platos son “clásicos con una vuelta en la presentación”, dice Martín. Hay una carta de mediodía más rápida para los oficinistas de la zona.
Alberto Coronel (65) está en la cuadra hace 40 años. Dueño de una rotisería, ve que cada vez hay “más movimiento”. Sobre todo desde 2007, con la construcción de un boulevard con farolas y árboles en la avenida y el reemplazo de veredas. Alina lo resume: “Es una cuadra mágica”.
Fuente: Clarin
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