“Antes usaba guardapolvo, pantalón y camisa azul, porque era el uniforme que nos daba el Gobierno de la Ciudad, ahora ya no uso uniforme”, cuenta el portero de la escuela Otto Krause (Paseo Colón 650), Washington Naranjo, quien vive en el segundo piso de ese industrial y fue testigo, a través de los años, del paso de muchas autoridades del colegio. Comenzó a los treinta años de edad y marcando la diferencia con épocas pasadas, cuenta que su trabajo “era más respetado” y “tenía más obligaciones” que en la actualidad. “Era otra cosa, los alumnos eran más respetuosos y las autoridades más exigentes”, afirma este hombre que, por ser el portero de dicha Institución desde hace 25 años, conoce el oficio mejor que nadie.
domingo, 29 de julio de 2012
Los Porteros eran los dueños de la escuela
En el ámbito educativo, años atrás, la figura del portero remitía a la autoridad. Aquella persona era identificada por su impecable guardapolvo color blanco, azul o -en algunos casos- gris y asistía tanto a los directivos y docentes, como también a la totalidad del alumnado. Con el paso del tiempo y como tantos otros, este trabajo fue transformándose hasta llegar a la actualidad en que cambió desde la vestimenta -que los distinguía- hasta las actividades diarias del oficio.
“Antes usaba guardapolvo, pantalón y camisa azul, porque era el uniforme que nos daba el Gobierno de la Ciudad, ahora ya no uso uniforme”, cuenta el portero de la escuela Otto Krause (Paseo Colón 650), Washington Naranjo, quien vive en el segundo piso de ese industrial y fue testigo, a través de los años, del paso de muchas autoridades del colegio. Comenzó a los treinta años de edad y marcando la diferencia con épocas pasadas, cuenta que su trabajo “era más respetado” y “tenía más obligaciones” que en la actualidad. “Era otra cosa, los alumnos eran más respetuosos y las autoridades más exigentes”, afirma este hombre que, por ser el portero de dicha Institución desde hace 25 años, conoce el oficio mejor que nadie.
“Antes usaba guardapolvo, pantalón y camisa azul, porque era el uniforme que nos daba el Gobierno de la Ciudad, ahora ya no uso uniforme”, cuenta el portero de la escuela Otto Krause (Paseo Colón 650), Washington Naranjo, quien vive en el segundo piso de ese industrial y fue testigo, a través de los años, del paso de muchas autoridades del colegio. Comenzó a los treinta años de edad y marcando la diferencia con épocas pasadas, cuenta que su trabajo “era más respetado” y “tenía más obligaciones” que en la actualidad. “Era otra cosa, los alumnos eran más respetuosos y las autoridades más exigentes”, afirma este hombre que, por ser el portero de dicha Institución desde hace 25 años, conoce el oficio mejor que nadie.
San Telmo apuesta a la reconversión de conventillos en hoteles boutique
Los viejos caserones del siglo XIX se transforman en una alternativa para turistas que buscan escapar de la impersonalidad de las grandes cadenas hoteleras internacionales.
Las paredes y estructuras edilicias de los viejos caserones de San Telmo fueron testigos únicos del desarrollo y crecimiento de la Ciudad a mediados del siglo XIX. Bajo el techo de esas mansiones se albergaron familias de la alta sociedad porteña. Muchos de estos edificios tenían pisos superiores y dos o tres patios centrales rodeados de varias habitaciones. Con los años, y de la mano de situaciones particulares como la epidemia de fiebre amarilla en 1871, muchas de estas casas quedaron abandonadas, y fueron ocupadas por las primeras oleadas de inmigrantes. Nacían así los primeros complejos habitacionales que se denominaron conventillos.
Las paredes y estructuras edilicias de los viejos caserones de San Telmo fueron testigos únicos del desarrollo y crecimiento de la Ciudad a mediados del siglo XIX. Bajo el techo de esas mansiones se albergaron familias de la alta sociedad porteña. Muchos de estos edificios tenían pisos superiores y dos o tres patios centrales rodeados de varias habitaciones. Con los años, y de la mano de situaciones particulares como la epidemia de fiebre amarilla en 1871, muchas de estas casas quedaron abandonadas, y fueron ocupadas por las primeras oleadas de inmigrantes. Nacían así los primeros complejos habitacionales que se denominaron conventillos.
viernes, 20 de julio de 2012
Abre en San Telmo un nuevo paseo junto a los íconos de la historieta
Pondrán esculturas en un circuito callejero. La primera será Isidoro Cañones, que desde hoy se suma a Mafalda. Hasta fin de año colocarán diez en total.
Más de uno va a sonreír. Lo mirarán, ahí, quieto pero canchero, como diciendo la noche porteña todavía es mía . Alguno tal vez querrá contarle sus recuerdos de una noche de excesos y después llevarse una foto con él. Desde hoy, Isidoro Cañones –¡el gran playboy! de Dante Quinterno– estará de pie, en la esquina de Chile y Balcarce, justo frente a un boliche donde la noche siempre es larga. Su llegada no es casual: hecho de resina y fibra de vidrio, Isidoro será compañero de la Mafalda de San Telmo en el flamante paseo de la Historieta Argentina , un circuito que quedará inaugurado con su llegada y que abarcará Chile, Balcarce, Belgrano y Paseo Colón. Para fin de año allí habrá diez figuras, entre ellas Clemente, ese sabio de barrio que Caloi entregó generoso desde la contratapa de este diario.
Más de uno va a sonreír. Lo mirarán, ahí, quieto pero canchero, como diciendo la noche porteña todavía es mía . Alguno tal vez querrá contarle sus recuerdos de una noche de excesos y después llevarse una foto con él. Desde hoy, Isidoro Cañones –¡el gran playboy! de Dante Quinterno– estará de pie, en la esquina de Chile y Balcarce, justo frente a un boliche donde la noche siempre es larga. Su llegada no es casual: hecho de resina y fibra de vidrio, Isidoro será compañero de la Mafalda de San Telmo en el flamante paseo de la Historieta Argentina , un circuito que quedará inaugurado con su llegada y que abarcará Chile, Balcarce, Belgrano y Paseo Colón. Para fin de año allí habrá diez figuras, entre ellas Clemente, ese sabio de barrio que Caloi entregó generoso desde la contratapa de este diario.
Bar Guebara: 18 años de continuo presente
En Humberto Iro. 463, donde hace casi 20 años había una óptica, se generó en los ‘90 una de las más importantes movidas under de las bandas musicales de la época.
Mariano Madueña, quien es el principal encargado del bar, dice que todavía le siguen llegando revistas, propagandas y materiales de óptica que lo remiten a ese antiguo local. Nos comenta que aunque él era de Parque Patricios, “venía siempre a San Telmo como destino lógico a fines de los ‘80, ya que por esta zona estaba Cemento, el Parakultural y el Balcón de la Plaza que era un lugar de rock por excelencia”.
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