La cocina argentina se pone salvaje. Un grupo con intensidad rockera y espíritu de transformación emprendió una pequeña revolución con un manifiesto simple: rico, fresco pero sobre todo con personalidad. Tan fácil y complejo como eso. Una tendencia que amalgama el valor de la cocina familiar con las técnicas y aplicaciones innovadoras; las carnes de caza con guitarras distorsionadas; el ambiente de viejo boliche y los tatuajes. Estos nuevos personajes rompen también con el estereotipo del chef de sombrero de copa y bata blanca para mostrarse en camisas rústicas y gorras de skater . Un giro que excede la gastronomía.
Que el tamaño y el diseño de las cocinas en los hogares les hayan robado protagonismo a los livings y otros espacios refuerza el valor que para los argentinos (y el mundo) posee hoy el rito de cocinar, comer bien y recuperar en ese ambiente pequeños mosaicos de felicidad. Y allí van estos tipos atípicos que salen a la calle a buscar ingredientes en los mercados y trasladar a sus restaurantes el alma de reunión de amigos o de familia con sofisticación gourmet.