lunes, 30 de septiembre de 2013

Preservar no es cuidar la ruina, todo lo contrario

Explica que el cuidado de un lugar refuerza su significado. Llegó a caminar hasta 120 cuadras por día para relevar edificios de interés.


Lo de no cumplir las ordenanzas no es nuevo y, en este caso, hay que agregar que por suerte. “Una ordenanza del 56 establecía que en el Sur se iba a planificar la ciudad nueva, o sea que barrían con todo”, explica el arquitecto José María Peña, quien investiga el patrimonio de Buenos Aires desde 1960, fundó el Museo de la Ciudad y la feria de San Telmo e impulsó la primera regulación para preservar el distrito, en 1979.

Peña se define como “animal céntrico”. A los 12 años empezó a recorrer la Ciudad con su Kodak Cajón y a poco de recibirse, se sumó al equipo que se estaba creando para estudiar la arquitectura argentina de los siglos XIX y XX. “Caminábamos de 100 a 120 cuadras por día y registrábamos en unas planillas los edificios de interés”, avanza. Trabajaban sobre un plano de 1880/90 en el que, por ejemplo, Flores quedaba afuera.

-¿Porque era zona de quintas?


-Sí. En el Centro también había quintas, pero Flores era muy fuerte, como Belgrano. Eran barrios con vida propia. ¿Cómo podía saber la importancia de una zona en esos planos? Siguiendo las oficinas de correo, que se abrían de acuerdo a la población del lugar.

Al final de cada día volvían a la facultad a conversar con el director del equipo. “Así fuimos sacando los períodos. Para mí quedó clarísimo, y es mi gran discusión cuando se habla de si Buenos Aires es francesa o no, que es muy superficialmente. Las influencias fueron reales, pero la resolución es totalmente local”, expone. Y cuenta la sorpresa de un arquitecto europeo que no podía creer que las molduras de la Avenida de Mayo fueran de mezcla. “Y están muy bien hechas”, apunta.

En uno de sus trabajos sobre esta avenida (“la gran apertura a la urbanización moderna de Buenos Aires, que de gran aldea pasó a ser Ciudad”) la definió como francesa de inspiración, española por adopción y porteña por concreción. “Los cafés tienen las mesas de la vereda pegadas a la vidriera, no contra el cordón, como en Europa. ¿Por qué? La explicación más lógica para un porteño es porque sí”, sigue. Y ya que hablamos de cafés y de porteños, pregunta: “En un bar vacío, ¿qué mesas elige la gente? La ventana, la del fondo o la del costado. Los porteños somos muy metidos para adentro. Parecemos lo contrario, pero no, somos celosos de la intimidad”, justifica.

-¿Cuándo llega a San Telmo?

-Me tocó en esa recorrida del año 60. Me impresionaba porque tenía lo suyo, pero siempre estaba como apagado. Tiempo después, cuando decidimos con mi equipo tratar de conseguir la ordenanza para crear un barrio histórico, no creíamos que fuera a suceder.

Habla de la importancia de preservar el patrimonio y de la planificación “de escritorio”. “La gente cree que preservar es conservar la ruina. Todo lo contrario: preservar es mantener el carácter de un lugar y reforzar su significado”, define.

En 1967 la intendencia avanzaba con la expropiación de edificios para continuar la traza de la 9 de Julio. “Conversando con el secretario de Cultura se me prendió la lamparita: si iban a demoler los edificios, ¿por qué no sacar una puerta como testimonio de la vieja arquitectura? Le gustó, el intendente lo autorizó y así empecé a sacar todo lo que podía. Eso me envalentonó, entonces hice la propuesta del Museo (se creó en octubre del 68). Me dieron carta blanca. Ni un mango, pero carta blanca”, se ríe.

-¿Por qué pensó en una feria?

-Porque me divierte. Las veces que viajé recorrí todas las ferias que encontré en el camino. En la propuesta formal puse que en realidad la plaza era una sala al aire libre del Museo, porque todo lo que se vende ahí estuvo adentro de las casas, formó parte del engranaje cotidiano. Tardó más, pero el intendente lo aceptó también. Había secretarios y unos funcionarios que no querían porque decían que San Telmo estaba muerto, lo cual era verdad, y que hacer eso era un papelón para la Municipalidad.

La feria se inauguró en noviembre del 70 y dice que si desde ese día hasta hoy dejó de ir más de 30 días, es mucho. Ni hablar de lo que pasa en su casa. “Es que soy de los que alzan cosas de la calle”, aclara, como si fuera necesario.

Fuente: Clarin

Link: http://www.clarin.com/ciudades/Preservar-cuidar-ruina-contrario_0_1000100061.html

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